martes, 19 de octubre de 2010

jueves, 15 de abril de 2010

El enemigo

A la vez que el cuchillo, llegaron al restaurante algunos cubiertos más. Era una nueva remesa de cucharas. Había dentro de ella, un grupo en particular de cinco cucharas grandes y prepotentes que destacaban por encima de las demás. Siempre iban juntas a todas partes y formaban tal jaleo que se las escuchaba llegar de antemano.
Por primera vez, hubo alguien que no ignoró a la pequeña cuchara, aunque no fue precisamente para bien. Aquellas cinco grandotas habían encontrado el entretenimiento de pillar sola a la cucharita y jugar a amenazarla, empujarla e insultarla.
Si antes no había sido un cubierto feliz, ahora nuestra protagonista se mostraba abiertamente desgraciada. Pasaba los días tristes, viendo como la Pareja Perfecta era feliz e intentando huir en todo momento de El Enemigo. Soñaba con escapar de allí. Cualquier sitio, pensaba, era mejor que aquello.
Pero, uno no sabe los acontecimientos que le depara el futuro y aquella cuchara tendría mucho por vivir…

El amor



La cuchara más bonita del mundo experimentó por primera vez el amor en aquella pequeña pizzería de la esquina, su único universo, pues jamás había conocido otro lugar.
Un buen día llegó él: el cuchillo. Desde el principio supo que era un amor imposible. Él era todo lo que podía desear: tan esbelto y espigado, tan inteligente y brillante, tan incisivo… Fue un flechazo en el mismo momento en que lo vio.
Pero, ¿qué era ella a su lado? Tan diminuta, tan poquita cosa, insignificante y silenciosa. Él parecía no notar su existencia.
El peor día de la cuchara más bonita fue el día en que vio a la Pareja Perfecta. El cuchillo, su amor, estaba con el tenedor. Hacían una pareja envidiable, ella era muy alta y estilizada y a él se le veía muy enamorado.
La cuchara lloró tanto que se quedó sin lágrimas para nada más.

El comienzo


La cuchara más bonita del mundo recuerda pocas cosas de los primeros años de su vida. De su madre nunca supo nada y su padre, el cucharón, era estricto y reservado y nunca le habló de cuando ella se fue.
La cuchara tenía una existencia bastante estresante en aquella pizzería. No es que fuera especialmente feliz. Era pequeña y tímida y los demás interpretaban su silencio como signo claro de estupidez.
Por eso, no tenía demasiados tratos allí, con lo que su partida no supuso una tristeza ni para la que si iba ni para los que se quedaban.
Ni siquiera su padre lamentó su marcha. Nunca tuvo buena relación con la cuchara y entre ellos no se vio jamás ni el más mínimo deje de cariño. La cucharita no sabía lo que era tener un padre.

Así es ella


Esta es la cuchara más bonita del mundo. Su historia es parecida a tantas otras y, a la vez, única.